Fede Z.

Su propósito de vida es inspirar a las personas a reencontrarse

con su esencia para despertar posibilidades que los acerquen a su propósito.

Mi historia de adopción.

Durante 40 años, mi condición de hijo adoptivo, nunca representó ningún tipo de conflicto para mí. Fui adoptado desde mi primer día de vida y siempre lo supe. Todo transcurrió siempre en absoluta transparencia, aunque no era algo que contara abiertamente a todo el mundo. Ser adoptado era como una parte de mi que guardaba para compartir solamente con aquellas personas que eran especiales. A los que me preguntaban sobre la adopción, simplemente les decía que era algo de lo cual solo me acordaba cuando en una consulta médica el doctor me preguntaba: “¿Hay algún antecedente familiar?”. Salvo en esos momentos, todo en mi vida fluyó siempre con naturalidad, y mi adopción nunca representó ningún tipo de trauma para mí.

Hace unos años, uno de mis mejores amigos y su mujer empezaron a buscar un hijo. Buscaron durante muchísimo tiempo. No lo lograron y decidieron hacerse un tratamiento de fertilidad asistida. Se hicieron muchos tratamientos pero tampoco pudieron lograrlo. Entonces, decidieron iniciar el largo y poco empático proceso de adopción en Argentina. Mi cercanía con ellos me permitió acompañarlos a lo largo de todo el proceso, desde la búsqueda de tener hijos, pasando por la tristeza y el duelo de saber que no podían hacerlo, sus dudas y sus miedos respecto a la adopción y las idas y vueltas del proceso en sí.

En Febrero del año 2020, finalmente los llamaron y se convirtieron en los padres adoptivos de una hermosa bebe: Franny.

A la distancia, puedo ver como el hecho de haber estado presente a lo largo de todo este recorrido con ellos, fue como ver en primera persona todo lo que mis padres adoptivos vivieron antes de mi llegada.

El ser adoptado, un tema que siempre fue algo súper natural para mí, algo que nunca me representó ningún tipo de trauma o problema, aprovechó el silencio de la cuarentena estricta del 2020, y salió de ese lugar en donde lo tenía enterrado. Se sentó adelante mío y me dijo “Tenemos que hablar. Necesito saber por qué pasó y cómo pasó”.

En mis 40 años vividos hasta ese momento, había hecho muy pocas preguntas sobre mi adopción, prácticamente ninguna. Consideraba que si tenía inquietudes o necesidad de saber algo, estaba siendo un desagradecido con mis padres adoptivos. Estaba seguro de que los iba a lastimar si les preguntaba algo.

El año 2020, fue un año durante el cual no pude evitar mirarme para adentro y empezar a hacerme preguntas que, siempre ayudado por el ruido constante del día a día y de las prioridades urgentes que tapan lo importante, había evitado. Pienso que esto le sucedió a muchas personas, no solo a mí. Empezó la pandemia, empezamos la cuarentena y me empecé a sentir como ‘flotando’, pero no en el buen sentido, sino flotando sin poder hacer pie, sin un lugar a dónde poder volver, sin arraigo. Me faltaba esa parte de mi historia que me conecta con mi ‘kilómetro 0’.

Y así fue como, buscando ayuda, pude empezar a hacer preguntas sin sentir que lastimo u ofendo a nadie. Mi historia es mía y tengo el derecho a conocer todo lo que yo necesite sin dar explicaciones a nadie. No fue fácil, tuve que ir muy despacio, sin derribar muros, pero si moviendo y acomodando muy suavemente cada ladrillo que los formaba, para poder pasar.

Hoy sé que mis padres adoptivos me adoptaron porque no podían tener hijos. Sé que mi madre biológica era una chica de 16 años que fue al médico para que le practicaran un aborto y este Doctor la convenció de no hacerlo. Además, le prometió acompañarla durante todo el embarazo para que luego pudiera darme en adopción.

Hoy también sé que nací 3 días antes de la fecha en la que siempre festejé mis cumpleaños. Hoy sé que no nací en la ciudad donde siempre me habían dicho que había nacido. Hoy sé que nací en la misma ciudad que Franny (la hija adoptiva de mis amigos) y hoy sé que el hospital en donde ella nació, lleva el nombre de aquel Doctor que convenció a mi madre biológica de tenerme.

Por el momento, no he tenido necesidad de conocer nada más. No he querido saber más sobre mi madre o padre biológico, pero esto es un proceso, y sé que quizás algún día quiera hacerlo y veré que información puedo obtener. Soy consciente de que el tiempo es el enemigo en este contexto, pero este es mi proceso. Estos son mis tiempos y los de nadie más.

Esta es mi historia. Conocerla no me ha alejado de mis padres adoptivos. Al contrario, conocer esa primera parte de mi historia me ha permitido conectar muy fuerte con todo lo que significó para ellos también y con el enorme acto de amor que significa adoptar.

Aquellos que tuvimos la suerte de ser adoptados por familias que nos brindan amor y protección somos afortunados, sí, pero no se olviden que nosotros, sus hijos adoptivos, también somos su salvación.

Foto de Fede Z de pequeño

Fede Z. vive con su mujer y su ‘hija’ perruna en Buenos Aires.

La música y las conversaciones con sus vínculos más cercanos lo hacen feliz.

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